miércoles, 18 de noviembre de 2009

DESIERTO


En la memoria surge como un relámpago el amable recuerdo,
de unos ojos oscuros que al reflejarme leían mi alma.
Y el corazón que bravo se juzgaba se abate sin sentido,
ante la distante y sigilosa presencia de quien supo amarme.

Mi cuerpo se quiebra como tierra desolada y yerma,
anhelante y sediento del torrente sereno de sus besos.
Me consumo febril y delirante en la espera del regreso,
de quien era mi sosiego generoso y el faro en mis tormentas.

Mis manos se aprisionan entre si en busca de las caricias.
que apartaban de mi camino la cruel y amarga soledad.
Ese bendito sortilegio que podía tornar una noche desolada,
en una mañana festiva, mezcla preciosa de estrella y lira.

Mi boca se resiste a renunciar a los besos que me dabas,
y que guardo como un avaro terco en el cofre de mis labios,
con el dulce anhelo del pronto retorno del bien amado,
a reclamarlos como recompensa a la ternura entregada.

El amor jugó conmigo la más infame de las cartas,
sin derecho a la defensa me dejó contenida en la nada,
engalanada de lamento y tristeza preguntando a cada instante,
porque él no me llevo cuando se fue en compañía de la muerte.

1 comentario:

  1. Moni qué hermoso y triste poema. La muerte es así, separa y condena al que queda vivo de la pareja, pero eso sí, no le quita posibilidades mientras viva.

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