Prominente y equilibrado como un faro en la tormenta,
miscelánea admirable de duende gentil y veloz aventurero.
Príncipe azul imaginado y hombre real perfecto.
Así eres tú… hombre nacido en otoño.
Con el sol y la nieve jugando a las escondidas en tu cabello,
donde se confunden mis dedos al acariciarte.
Con una sonrisa apasionante y dulcemente provocadora,
que convierte a tu boca en un deseada recompensa.
Tu palabra justa que hace brotar metáforas a mis versos,
y la melodía de tu alma vibrando junto a la mía,
en el instante único de nuestros ojos sorprendidos,
ante un mundo que se nos revela sin límites.
Junto a ti aprendí que las distancias pueden ser vencidas,
que no existen fronteras que no se rompan por un sueño.
Que ante los vientos fuertes y duras tormentas,
son valientes las alas que le brotaron a mi alma.
Que es mejor viajar sin armadura que me abrigue,
libre al fin de las voces que me ataban a mi pasado,
entregada al goce de ser tu cómplice bohemia,
en tu saborear el exquisito licor que es tu vida.
Ojalá vuelva a ser Primavera, ése hombre de Otoño
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